El equipo
secreto
La CIA y
sus aliados controlan
Estados Unidos y el mundo
LEROY FLETCHER PROUTY
Col., U.S. Air Force (Ret.)
Copyright © 1973, 1992, 1997 by L. Fletcher Prouty
Prefacio a la edición
de 1972
Del Presidente al embajador, del
oficial del gabinete al comandante general, y del senador al asistente
ejecutivo. Todos esos hombres tienen sus fuentes de información y consejería.
Gran parte de esta información y asesoría es el resultado de cuidado s
esquemas situacionales y de estratagemas de grupos de presión. En esta
camarilla influyente uno de los más interesantes y efectivos roles es el que
juega por detrás de la escena, sin rostros y sin nombres, el ubicuo oficial del
informe de inteligencia.
Él es el hombre que ve casi a
diario al Presidente, al Secretario, al Jefe del Estado Mayor y quien porta la
más detallada información. Está entrenado por años de experiencia en el preciso
modo de presentar esa información y asegurar su efectividad. Él sale de casa
día tras día sabiendo más y más del hombre que él ha estado informando y acerca
de lo que verdaderamente intentan decir los formuladores de las decisiones
clave para los grupos de presión en el centro del poder y de la autoridad.
En Washington, desde donde esas
decisiones configuran y sacuden el mundo, el rol del oficial de los informes de
inteligencia es crítico.
Líderes del gobierno y de las
grandes centros de poder regularmente filtran informaciones de toda clase a
columnistas, comentaristas de radio y televisión y otros operadores de medios de
comunicación con la esperanza de que ese material sea divulgado e influya al
Presidente, al Secretario, al Congreso, al público.
Hay otros grupos de presión con sus
propios oficiales de información que tienen acceso directo al hombre de máxima
jerarquía. Pero ellos no tienen que pasar información a los medios, aunque los
usan bastante. Ellos están seguros y garantizan el conocimiento que ellos
entregarán a quien toma las decisiones. Ellos no necesitan un intermediario que
no sea el oficial del informe de inteligencia. Departamentos, como Defensa o
Estado y la CIA usan esta técnica de manera efectiva.
Por nueve años consecutivos, nueve
largos años en esos cruciales días de 1955 hasta el 1 enero de 1964, yo fui uno
de esos oficiales de información de inteligencia. Tenía la única tarea de ser
el oficial principal para los contactos entre la CIA y Defensa sobre temas
pertinentes al apoyo militar de las Operaciones Especiales de la Agencia.
Trabajé con Allen Dulles y John
Foster Dulles, muchos secretarios de Defensa, y varios jefes del Estado Mayor,
también con muchos otros personajes clave del gobierno. Mi trabajo me llevó a
más de sesenta países, a las oficinas de la CIA y hacia actividades secretas
por todo el mundo, como Saigón o lugares remotos como el Polo Sur. Sí, hubo
operaciones seretas en la Antártida.
Mi trabajo consistió no solo en
informar a esos hombres sino informarles
de los puntos de vista de la CIA, así yo podría ganar aprobación de proyectos
presentados y de las peticiones adjuntas para apoyo de los militares en
términos de dinero, mano de obra, facilidades y materiales. Durante ese periodo
quizá fui el oficial más informado entre los pocos que operaron en esta muy
especial área.
El rol del Oficial de Información
de Inteligencia es silenciosa, efectiva y muy influyente. Muy valorada dentro
de la CIA, especializada en el arte del máximo nivel de adoctrinamiento.
No puede esperarse que un John
Kennedy, un Lyndon Johnson, un Richard Nixon, o un siguiente presidente tengan
la experiencia y aprendan todas las cosas que se les puede presentar a ellos
durante su ocupada vida oficial en la Casa Blanca. No puede esperarse que un
Robert McNamara o un Melvin Laird, un Dean Rusk, o un William Rogers venga
completamente equipados para la gran oficina y enterados de todos los temas que
ellos encontrarán en sus relaciones con el Congo o Cuba, Vietnam o Pakistán, y
China o Rusia y las nuevas naciones que emergen. Esos hombres aprenden de esos lugares y de muchas
cosas que enfrentarán día a día de una permanente e incesante procesión de
oficiales de información.
Henry Kissinger fue un oficial de
información. El general John Vogt fue uno de los mejores. Desmond Fitzgerald,
Tracy Barnes, Ed Lansdale y ‘Bruto’ Krulak, en sus especialidades fueron los
mejores oficiales de información en temas que hasta la publicación de los
Documentos del Pentágono poca gente había visto impresa.
Ustedes pueden imaginar mi sorpresa
cuando leí el 13 de junio de 1971, edición del domingo, los Documentos del
Pentágono y ver ahí un número de archivos de información básica que habían
estado en mis propias carpetas en el Estado Mayor del Pentágono. Muchos de los
documentos de ese periodo han sido
fuente desde las cuales yo había preparado docenas, quizá centenares, de
informes para toda clase de proyectos que entregaba a los más altos oficiales
del Pentágono. (No solo había tenido esos documentos en mis carpetas sino que
había escrito muchos de ellos).
El oficial del informe de
inteligencia, con los oficiales del Estado Mayor, escribe los documentos
esenciales. Investiga. Ha sido seleccionado porque tiene el conocimiento
requerido y la experiencia. Él ha estado en los países y en los lugares
involucrados. Conoce muy bien a las autoridades. Él es el hombre adecuado para
ese trabajo especial. En mi caso, yo había estado en muchas asignaciones
especiales, como en las conferencias de El Cairo y Teherán de 1943 en las
cuales se reunieron por primera vez los ‘cuatro grandes’ de las naciones
aliadas de la II Guerra Mundial: Franklin Delano Roosevelt, Winston Churchill, Chian Kai-shek
y José Stalin.
El oficial de informaciones de
inteligencia lee todos los mensajes, sin hacer caso a las clasificaciones.
Habla con cantidades de otros hombres calificados como él. Puede recurrir a
especialistas desperdigados por todo el mundo, los puede llamar en el momento
que requiera una información. Trabaja en apoyo de la oficina Foco Central, que
contaba con cientos de expertos y agentes encubiertos en comandos militares por
todo el mundo quienes fueron parte de una red que había dirigido entre
1955-1956 bajo la directiva 5412 de marzo de 1954.
En el gobierno, el redactor
oficial, el hombre que escribe el documento –o más propiamente, los hombres que
trabajan los originales y colocan las palabras para el informe definitivo–
raramente son los hombres cuyos nombres aparecen en ese papel. Un documento
atribuido a Maxwel Taylor, Robert McNamara o Dean Rusk, de la Era Kennedy, en
muchos casos, no eran escritos por ellos. Lo más probable es que fueron ensamblados
de informaciones reunidas desde el departamento de Defensa y del Departamento
de Estado y desde las fuentes de la CIA y fueron puestas a punto por el
lenguaje del general Victor H. Krulak, uno de los mejores redactores oficiales
que hubo.
De l955 a 1963, si algún oficial
deseaba un informe sobre un tema altamente clasificado que se relacionaba con
la CIA, yo era uno de los llamados para preparar el material y elaborar el
informe. Al mismo tiempo, si la CIA deseaba apoyar a la Fuerza Aérea para algunas
operaciones secretas, yo era el oficial designado para proveer apoyo a esa
operación especial en apoyo a la CIA.
Si yo era contactado por la CIA
para proveer apoyo a una operación que yo creía que el Secretario de Defensa no
había sido previamente informado, yo vería que él reciba de la CIA el informe
necesario desde mi oficina, de igual manera procedía si otro jefe o superior
estaba involucrado en el tema. En este inusual negocio descubrí algunas veces
que a la CIA le iría mejor en algunas operaciones que requerían apoyo militar
un poco antes de que el Secretario y los jefes hayan sido informados.
Durante los preparativos de una de
las operaciones secretas más importantes, yo recordé el informe del jefe del
Estado Mayor, general Lyman L. Lemnitzer, en la más grande operación
clandestina montada hasta ese momento. Yo le escuché decir a los otros jefes:
“Apenas puedo creerlo. Nunca lo supe”.
Aquí estuvo el militar de más alto
rango, el hombre que debe tener la responsabilidad por las operaciones que
fallarían o podrían ser comprometidas, y él afirmaba apenas conocer algo de su
manejo. Esa es la naturaleza del juego cuando es jugado por el Equipo Secreto.
Yo he escrito para muchas revistas
sobre este tema. Entre ellas Diario de las Fuerzas Armadas, La Nueva República,
el Imperio Magazine del Denver Sunday Post, y el Washington Monthly. Fue para
esta última publicación que yo escribí El Equipo Secreto, un artículo que
apareció en mayo de 1970, que dio pie a este libro.
Con la publicación de los
Documentos del Pentágono del 13 de junio de 1971, el interés en estos temas
fueron creciendo y sirvieron para confirmar mi convicción que el ámbito de ese
artículo sería un libro.
En esos días de la publicación del
New York Times de los Documentos del Pentágono ciertos editores con el programa
24 Horas de la BBC recordaron mi artículo el Equipo Secreto, me invitaron para
aparecer en programas de TV con personas como Daniel Ellsberg.
Ellos sintieron que mi experiencia
con el Equipo Secreto proveería material para una excelente pieza que acompañe
al recientemente lanzado Documentos del Pentágono, que fueron la fuente
primaria de la discusión. Volé a Londres e hice un número de programas para la
BBC TV y radio. Los problemas legales y las posibles consecuencias de su salida
del país impidieron la aparición simultánea de Daniel Ellsberg. Los programas
tuvieron amplia aceptación y sirvieron para determinar la importancia de los
Documentos del Pentágono en todo el mundo.
Yo no elegí revelar y exponer los
documentos clasificados no autorizados. Pero creo que los que fueron revelados
en los Documentos del Pentágono necesitaban ser interpretados y explicados.
Estoy interesado en ser un punto de partida y explicar lo que significan
realmente el ‘secretismo’ y el ‘culto a la reserva’, y lo que han contribuido
para el modo de vida de nuestro país. Algo más, deseo corregir alguna
desinformación que puede haberse dado por aquellos que intentaron escribir esos
temas en otras historias relacionadas.
He vivido este tipo de trabajo. Sé
qué pasó y cómo pasó. He conocido incontables hombres que participaron de
alguna manera en los inusuales eventos de la historia del siglo XX. Muchos de
ellos han sido o aún continúan como miembros del Equipo Secreto. Esto explica
la razón por la cual mucho de este asunto ha sido pura propaganda y concluye
con el lavado cerebral de la nación entera.
Hay conceptos en esta mitad de
siglo que han sido importantes como controversiales o incomprendidos y hasta
malinterpretados como secretismo dentro del gobierno.
Ninguna idea durante este periodo
ha sido tan impactante para los estadounidenses y para el modo de vida de este
país como el concepto del comunismo. Han estado entretejidas y se han
alimentado con reciprocidad al estilo pavloviano. La comprensión de esta
relación es un tema de fundamental importancia. Mucho se ha escrito sobre estos
asuntos y sobre sus enormes soportes de infraestructura, más conocido como la
comunidad de inteligencia.
Muchas de esas historias escritas
han sufrido de serias ausencias del conocimiento interno y de experiencia.
Muchos de esos escritos fueron redactados por hombres que conocieron algo del
tema, por hombres que han investigado y han aprendido algo acerca de estos
asuntos, y en muy pocos casos por hombres que han tenido experiencia en estas
materias.
Es muy raro que exista experiencia
factual de parte del escritor. De otro lado, el gobierno y otros grupos
interesados han pagado escritores para que escriban acerca de estos temas como
ellos deseaban hacerlo, no con veracidad. Así, nuestra historia está seriamente
influida y deformada por tales trabajos.
Muchas personas se han involucrado
en lo que ha estado sucediendo en nuestro gobierno. Ellos mismos se han
dedicado a la investigación y a exponer sus maldades. Por desgracia, un puñado
de esos escritores han sido víctimas de personas más inteligentes que ellos o
con siniestras razones para ocultar conocimientos.
Ellos escribieron lo que pensaron
que era verdad. Solo descubrieron (si alguna vez lo lograron) que habían sido alimentados con historias de
operaciones encubiertas inventadas.
En este libro yo he tomado
extractos de algunos de estos libros, línea por línea, y han sido manipulados
para entregar una semblanza de la verdad y al mismo tiempo solo eran
falsedades. Sin embargo, han sido excelentes libros en esta amplia área. Pero
muchos de esos libros sufren de varios efectos
del pavoroso mal del secretismo y del severo mal llamado encubierto (el
eufemismo oficial de la CIA para no decir la verdad).
Quien no ha vivido en el secretismo
y el medio ambiente de la inteligencia –vivida y completamente experimentada–
no puede escribir con precisión sobre ella.
No hay sustitutos para una vida
cotidiana en la cual comparte con amigos, su familia y sus contactos diarios
una historia mientras está viviendo otra en simultáneo.
El escritor que depende de
investigaciones inevitablemente falla víctima de muchas trampas del mundo
secreto y del mundo de la historia encubierta, con sus mentiras y contra
mentiras.
Un buen ejemplo de esto es el
trabajo de Les Gelb y sus asociados del Pentágono en la versión oficial del
sustraído Documentos del Pentágono. Ese mismo título es la más grande historia
secreta (un indeseado juego de palabras) de todo esto. Muy pocos informes de
esos documentos fueron realmente originales del Pentágono. El hecho que yo
tuviera muchos de ellos en mi oficina de Operaciones Especiales o que muchos de
ellos han estado en carpetas de la oficinas del asistente del secretario de
Defensa para los asuntos de seguridad internacional no validan su origen.
Fueron copias de trabajo y no originales. Noten como solo algunas fueron
firmadas por verdaderos oficiales militares.
Resulta significativo observar que
el archivo histórico que ha sido llamado Documentos del Pentágono fue realmente
un estudio formal del gobierno de Estados Unidos involucrado en Vietnam desde
la II Guerra Mundial hasta el presente (1945-1968). El 17 de junio de 1967 el
Secretario de Defensa Robert McNamara dirigió ese trabajo. Un grupo de tarea de
36 profesionales bajo la dirección de Leslie H. Gelb produjo 37 estudios y 15
colecciones de documentos en 43 volúmenes, que fueron presentados el 15 de
enero de 1969 al entonces secretario de Defensa, Clark M. Clifford por Mr. Gelb
con las palabras de Herman Melville’s Moby Dick: “Este es un mundo de cambios,
libre albedrío, y necesita del trabajo conjunto como el de uno solo: cambiar
para alternar roles y delinear los eventos”.
Como usted recordará este tesoro de
documentos de Máximo Secreto fue entregado al New York Times y otros diarios a
mediados de junio de 1971 por un entonces desconocido hippie de ese periodo. Su
nombre era Daniel Ellsberg.
Poca gente sabía que Ellsberg,
quien pirateó esos documentos altamente clasificados, y Leslie Gelb, director
de ese grupo de trabajo, habían trabajado juntos en la oficina de Asuntos de
Seguridad Internacional (ISA).
La extracción de esos documentos no
fue el trabajo de un verdadero patriota como Noam Chomsky escribió en 1972. Fue
un trabajo desde adentro. La ISA había sido el hogar de grandes nombres del
periodo de guerra en Vietnam, entre ellos Paul H. Nitze,
John T. McNaughton, Paul C. Warnke
y William Bundy, entre otros. Yo tuve a muchos de ellos en mi oficina y había
trabajado con ellos. Y había escrito partes de algunos de ellos. Y eso prueba
que no eran genuinos Documentos del Pentágono porque mi trabajo en ese tiempo
fue dedicado a apoyar a la CIA. Lo mismo sucede con el general Krulak, William
Bundy y Maxwell Taylor, entre otros.
Miraré este asunto desde otro modo,
el hombre que ha vivido y experimentado esta existencia nada natural llega a
ser una víctima de su irrealidad. Él llega a ser cogido en una red hacia los
tentáculos de un gran dilema y más allá de todo control.
De un lado, su vida entera de
trabajo ha sido dedicada a la causa del secretismo y a su protección a través
de historias secretas (mentiras). En este propósito él ha entregado de sí mismo
mucho tiempo para promesas, informes, juramentos, profundas convicciones
personales en cuanto al significado de ese trabajo.
Aún si él hablara o escribiera, su
vida ha sido tan entrelazada entre lo real y lo irreal, la verdadera y la
secreta historia que él debería conocer al menos probablemente para presentar
los datos correctos.
De otro lado, como un profesional
él debería haber estado sometido a tal proceso de compartimentación cada vez
que era involucrado en alguna operación real de la cual no ha conocido la
amplia historia de todos modos.
Esta compartimentación es muy real.
He trabajado con muchos proyectos con muchos hombres de la CIA que no estaban
enterados de la operación completa. Incluso desconocían los roles de los otros
agentes de la CIA que trabajaban en el mismo proyecto.
Yo me enteré de esto porque ambos
grupos venían al Departamento de Defensa por apoyo material. Yo me asigné una
oficina especial en el Pentágono con una puerta hacia el corredor. Dentro yo
tenía un ambiente con una secretaria. Sin embargo, fuera de la oficina de ella
había una puerta que daba acceso a otras dos oficinas más con una tercera
puerta dirigida a otro ambiente, también vinculado a la oficina de la
secretaria.
Hacía esto porque teníamos grupos
de la CIA que gozaban de permiso para conocerse entre sí. Y quien no debería de
estar allí no tenía que saber que los otros estuvieron ahí mismo.
(Para el archivo: la oficina fue la
4D1000. Puede haber sido cambiada ahora. Pero había permanecido de ese modo por
muchos años).
Otro grupo de escritores acerca del
mundo del secretismo son los maestros. Hombres como Allen W. Dulles, Lyman Kirkpatrick,
Peer de Silva y Chester Cooper. Los mejores, para mí, fueron Peer de Silva y
Lyman Kirkpatrick. Ellos son oficiales profesionales de inteligencia quienes
escogieron una carrera de alto nivel de operaciones de inteligencia.
Su redacción es correcta e
informativa, de grado tal que los lectores son capaces de traducir y
comprenderlo a la primera lectura, aunque ellos son propiamente circunspectos y
discretos y muy inteligentes para proteger su profesión.
Hay otra categoría de escritores y
autoproclamadas autoridades en temas de secretismo, inteligencia y contención.
Este es el profesional suave. Un parásito que gana reputación como reportero
real. Los superiores diseminarán a través de él fragmentos y ‘manzanas
doradas’.
Este escritor raramente sabe y
raramente es consciente que muchos de los fragmentos con los cuales
estructurará su material han sido plantados, que esas fugas de información son
controladas y que él está siendo glorificado mientras está siendo usado desde
lo más profundo de la comunidad de inteligencia.
Allen Dulles tenía predilección por
cultivar un número de esos escritores de grandes nombres. Él los invitaba a su
despacho para un lanzamiento al estilo medieval en el gran salón de los viejos
cuarteles de la CIA que daban hacia la colina de Foggy Bottom. Ahí él
presentaría abiertamente y con absoluta libertad los mismos temas que solo
horas antes había habían sido discutidos cuidadosamente en las cámaras secretas
del ámbito de operaciones de la silenciosa Agencia. En las manos de Allen
Dulles el secretismo fue simplemente un mecanismo camaleónico para ser usado
cuando él lo creyera adecuado y recurriendo a la menor cantidad de hombres,
según su plan.
Es fantástico encontrar a personas
como Daniel Ellsberg siendo informado de filtraciones secretas por el hecho de
tener la etiqueta de Top Secret, cuando la sustancia de muchas palabras
escritas en esos mismos documentos era falsas y no una historia encubierta. A
excepción de que estas fueron mentiras oficiales, esos documentos no estaban
basados en la realidad y no tenían fundamentos para ser considerados Top Secret
o tener otro grado de calificación.
Allen Dulles contaría similares
historias encubiertas a su camarilla de escritores y poco después ellas
aparecerían impresas en algunas prestigiosas publicaciones y revistas del país,
totalmente inclasificables y, de hecho, inteligentemente falsas.
Últimamente figura el escritor de
otro país que ha ganado su información desde dentro de las fuentes en otra
nación. Esas fuentes no son confiables: ellos no saben exactamente qué ha
pasado –como en Guatemala durante la era
de Bahía de Cochinos– y ellos pueden hablar con alguna libertad. En otros
casos, lo mejor de esas fuentes ha estado detrás de la Cortina de Hierro.
En cada caso, la opción de acceder
a una completa información es pequeña. Y la esperanza que los investigadores,
estudiantes e historiadores sean capaces de descubrir la verdad desde la falsedad, lo real desde lo irreal, y la
historia desde la historia encubierta, es apenas posible.
Ciertamente, la historia enseña que
una verdad se multiplicará y realzará otra. Pero no olvidemos que una mentira
aumentada destruirá todo. Este es el punto importante.
Al considerar el pasado medio siglo
surgen las preguntas: ¿Cuántos eventos de magnitud, de real magnitud, que no
suenan verdaderos? ¿Cuántas veces el mundo entero ha sido sacudido por alarmas
de mayor significancia solo para descubrir que los eventos no sucedieron de la
forma como era la historia original?
La guerra de Vietnam es el mejor
ejemplo de esto. ¿Por qué después de treinta años de vinculación abierta y
secreta en Indochina nadie ha sido capaz de armar un caso lógico de lo que
nosotros habíamos estado haciendo allá y explicar adecuadamente porque teníamos
que estar involucrados?
¿Y cuáles fueron nuestros reales y
válidos objetivos en esa parte del mundo?
El misterio continúa detrás de
todas estas mentiras que nosotros conocemos como Actividad Clandestina,
Operaciones de Inteligencia, secretismo, e historias secretas, usadas a escala
nacional e internacional. Este es el objeto de este libro, proporcionar
comprensión de esta vasta área desconocida.
L. FLETCHER PROUTY
Coronel (r), U.S. Fuerza Aérea
No hay comentarios.:
Publicar un comentario