martes, marzo 08, 2016

El Equipo Secreto 1972

El equipo secreto

La CIA y sus aliados controlan 

Estados Unidos y el mundo

LEROY FLETCHER PROUTY
Col., U.S. Air Force (Ret.)
Copyright © 1973, 1992, 1997 by L. Fletcher Prouty

Prefacio a la edición de 1972

Del Presidente al embajador, del oficial del gabinete al comandante general, y del senador al asistente ejecutivo. Todos esos hombres tienen sus fuentes de información y consejería. Gran parte de esta información y asesoría es el resultado de cuidado s esquemas situacionales y de estratagemas de grupos de presión. En esta camarilla influyente uno de los más interesantes y efectivos roles es el que juega por detrás de la escena, sin rostros y sin nombres, el ubicuo oficial del informe de inteligencia.
Él es el hombre que ve casi a diario al Presidente, al Secretario, al Jefe del Estado Mayor y quien porta la más detallada información. Está entrenado por años de experiencia en el preciso modo de presentar esa información y asegurar su efectividad. Él sale de casa día tras día sabiendo más y más del hombre que él ha estado informando y acerca de lo que verdaderamente intentan decir los formuladores de las decisiones clave para los grupos de presión en el centro del poder y de la autoridad.
En Washington, desde donde esas decisiones configuran y sacuden el mundo, el rol del oficial de los informes de inteligencia es crítico.

Líderes del gobierno y de las grandes centros de poder regularmente filtran informaciones de toda clase a columnistas, comentaristas de radio y televisión y otros operadores de medios de comunicación con la esperanza de que ese material sea divulgado e influya al Presidente, al Secretario, al Congreso, al público.

Hay otros grupos de presión con sus propios oficiales de información que tienen acceso directo al hombre de máxima jerarquía. Pero ellos no tienen que pasar información a los medios, aunque los usan bastante. Ellos están seguros y garantizan el conocimiento que ellos entregarán a quien toma las decisiones. Ellos no necesitan un intermediario que no sea el oficial del informe de inteligencia. Departamentos, como Defensa o Estado y la CIA usan esta técnica de manera efectiva.

Por nueve años consecutivos, nueve largos años en esos cruciales días de 1955 hasta el 1 enero de 1964, yo fui uno de esos oficiales de información de inteligencia. Tenía la única tarea de ser el oficial principal para los contactos entre la CIA y Defensa sobre temas pertinentes al apoyo militar de las Operaciones Especiales de la Agencia.
Trabajé con Allen Dulles y John Foster Dulles, muchos secretarios de Defensa, y varios jefes del Estado Mayor, también con muchos otros personajes clave del gobierno. Mi trabajo me llevó a más de sesenta países, a las oficinas de la CIA y hacia actividades secretas por todo el mundo, como Saigón o lugares remotos como el Polo Sur. Sí, hubo operaciones seretas en la Antártida.

Mi trabajo consistió no solo en informar a esos hombres sino  informarles de los puntos de vista de la CIA, así yo podría ganar aprobación de proyectos presentados y de las peticiones adjuntas para apoyo de los militares en términos de dinero, mano de obra, facilidades y materiales. Durante ese periodo quizá fui el oficial más informado entre los pocos que operaron en esta muy especial área.

El rol del Oficial de Información de Inteligencia es silenciosa, efectiva y muy influyente. Muy valorada dentro de la CIA, especializada en el arte del máximo nivel de adoctrinamiento.

No puede esperarse que un John Kennedy, un Lyndon Johnson, un Richard Nixon, o un siguiente presidente tengan la experiencia y aprendan todas las cosas que se les puede presentar a ellos durante su ocupada vida oficial en la Casa Blanca. No puede esperarse que un Robert McNamara o un Melvin Laird, un Dean Rusk, o un William Rogers venga completamente equipados para la gran oficina y enterados de todos los temas que ellos encontrarán en sus relaciones con el Congo o Cuba, Vietnam o Pakistán, y China o Rusia y las nuevas naciones que emergen. Esos  hombres aprenden de esos lugares y de muchas cosas que enfrentarán día a día de una permanente e incesante procesión de oficiales de información.

Henry Kissinger fue un oficial de información. El general John Vogt fue uno de los mejores. Desmond Fitzgerald, Tracy Barnes, Ed Lansdale y ‘Bruto’ Krulak, en sus especialidades fueron los mejores oficiales de información en temas que hasta la publicación de los Documentos del Pentágono poca gente había visto impresa.

Ustedes pueden imaginar mi sorpresa cuando leí el 13 de junio de 1971, edición del domingo, los Documentos del Pentágono y ver ahí un número de archivos de información básica que habían estado en mis propias carpetas en el Estado Mayor del Pentágono. Muchos de los documentos de ese periodo  han sido fuente desde las cuales yo había preparado docenas, quizá centenares, de informes para toda clase de proyectos que entregaba a los más altos oficiales del Pentágono. (No solo había tenido esos documentos en mis carpetas sino que había escrito muchos de ellos).

El oficial del informe de inteligencia, con los oficiales del Estado Mayor, escribe los documentos esenciales. Investiga. Ha sido seleccionado porque tiene el conocimiento requerido y la experiencia. Él ha estado en los países y en los lugares involucrados. Conoce muy bien a las autoridades. Él es el hombre adecuado para ese trabajo especial. En mi caso, yo había estado en muchas asignaciones especiales, como en las conferencias de El Cairo y Teherán de 1943 en las cuales se reunieron por primera vez los ‘cuatro grandes’ de las naciones aliadas de la II Guerra Mundial: Franklin Delano  Roosevelt, Winston Churchill, Chian Kai-shek y José Stalin.

El oficial de informaciones de inteligencia lee todos los mensajes, sin hacer caso a las clasificaciones. Habla con cantidades de otros hombres calificados como él. Puede recurrir a especialistas desperdigados por todo el mundo, los puede llamar en el momento que requiera una información. Trabaja en apoyo de la oficina Foco Central, que contaba con cientos de expertos y agentes encubiertos en comandos militares por todo el mundo quienes fueron parte de una red que había dirigido entre 1955-1956 bajo la directiva 5412 de marzo de 1954.

En el gobierno, el redactor oficial, el hombre que escribe el documento –o más propiamente, los hombres que trabajan los originales y colocan las palabras para el informe definitivo– raramente son los hombres cuyos nombres aparecen en ese papel. Un documento atribuido a Maxwel Taylor, Robert McNamara o Dean Rusk, de la Era Kennedy, en muchos casos, no eran escritos por ellos. Lo más probable es que fueron ensamblados de informaciones reunidas desde el departamento de Defensa y del Departamento de Estado y desde las fuentes de la CIA y fueron puestas a punto por el lenguaje del general Victor H. Krulak, uno de los mejores redactores oficiales que hubo.

De l955 a 1963, si algún oficial deseaba un informe sobre un tema altamente clasificado que se relacionaba con la CIA, yo era uno de los llamados para preparar el material y elaborar el informe. Al mismo tiempo, si la CIA deseaba apoyar a la Fuerza Aérea para algunas operaciones secretas, yo era el oficial designado para proveer apoyo a esa operación especial en apoyo a la CIA.

Si yo era contactado por la CIA para proveer apoyo a una operación que yo creía que el Secretario de Defensa no había sido previamente informado, yo vería que él reciba de la CIA el informe necesario desde mi oficina, de igual manera procedía si otro jefe o superior estaba involucrado en el tema. En este inusual negocio descubrí algunas veces que a la CIA le iría mejor en algunas operaciones que requerían apoyo militar un poco antes de que el Secretario y los jefes hayan sido informados.

Durante los preparativos de una de las operaciones secretas más importantes, yo recordé el informe del jefe del Estado Mayor, general Lyman L. Lemnitzer, en la más grande operación clandestina montada hasta ese momento. Yo le escuché decir a los otros jefes: “Apenas puedo creerlo. Nunca lo supe”.
Aquí estuvo el militar de más alto rango, el hombre que debe tener la responsabilidad por las operaciones que fallarían o podrían ser comprometidas, y él afirmaba apenas conocer algo de su manejo. Esa es la naturaleza del juego cuando es jugado por el Equipo Secreto.

Yo he escrito para muchas revistas sobre este tema. Entre ellas Diario de las Fuerzas Armadas, La Nueva República, el Imperio Magazine del Denver Sunday Post, y el Washington Monthly. Fue para esta última publicación que yo escribí El Equipo Secreto, un artículo que apareció en mayo de 1970, que dio pie a este libro.

Con la publicación de los Documentos del Pentágono del 13 de junio de 1971, el interés en estos temas fueron creciendo y sirvieron para confirmar mi convicción que el ámbito de ese artículo sería un libro.

En esos días de la publicación del New York Times de los Documentos del Pentágono ciertos editores con el programa 24 Horas de la BBC recordaron mi artículo el Equipo Secreto, me invitaron para aparecer en programas de TV con personas como Daniel Ellsberg.

Ellos sintieron que mi experiencia con el Equipo Secreto proveería material para una excelente pieza que acompañe al recientemente lanzado Documentos del Pentágono, que fueron la fuente primaria de la discusión. Volé a Londres e hice un número de programas para la BBC TV y radio. Los problemas legales y las posibles consecuencias de su salida del país impidieron la aparición simultánea de Daniel Ellsberg. Los programas tuvieron amplia aceptación y sirvieron para determinar la importancia de los Documentos del Pentágono en todo el mundo.

Yo no elegí revelar y exponer los documentos clasificados no autorizados. Pero creo que los que fueron revelados en los Documentos del Pentágono necesitaban ser interpretados y explicados. Estoy interesado en ser un punto de partida y explicar lo que significan realmente el ‘secretismo’ y el ‘culto a la reserva’, y lo que han contribuido para el modo de vida de nuestro país. Algo más, deseo corregir alguna desinformación que puede haberse dado por aquellos que intentaron escribir esos temas en otras historias relacionadas.

He vivido este tipo de trabajo. Sé qué pasó y cómo pasó. He conocido incontables hombres que participaron de alguna manera en los inusuales eventos de la historia del siglo XX. Muchos de ellos han sido o aún continúan como miembros del Equipo Secreto. Esto explica la razón por la cual mucho de este asunto ha sido pura propaganda y concluye con el lavado cerebral de la nación entera.
Hay conceptos en esta mitad de siglo que han sido importantes como controversiales o incomprendidos y hasta malinterpretados como secretismo dentro del gobierno.

Ninguna idea durante este periodo ha sido tan impactante para los estadounidenses y para el modo de vida de este país como el concepto del comunismo. Han estado entretejidas y se han alimentado con reciprocidad al estilo pavloviano. La comprensión de esta relación es un tema de fundamental importancia. Mucho se ha escrito sobre estos asuntos y sobre sus enormes soportes de infraestructura, más conocido como la comunidad de inteligencia.

Muchas de esas historias escritas han sufrido de serias ausencias del conocimiento interno y de experiencia. Muchos de esos escritos fueron redactados por hombres que conocieron algo del tema, por hombres que han investigado y han aprendido algo acerca de estos asuntos, y en muy pocos casos por hombres que han tenido experiencia en estas materias.

Es muy raro que exista experiencia factual de parte del escritor. De otro lado, el gobierno y otros grupos interesados han pagado escritores para que escriban acerca de estos temas como ellos deseaban hacerlo, no con veracidad. Así, nuestra historia está seriamente influida y deformada por tales trabajos.

Muchas personas se han involucrado en lo que ha estado sucediendo en nuestro gobierno. Ellos mismos se han dedicado a la investigación y a exponer sus maldades. Por desgracia, un puñado de esos escritores han sido víctimas de personas más inteligentes que ellos o con siniestras razones para ocultar conocimientos.
Ellos escribieron lo que pensaron que era verdad. Solo descubrieron (si alguna vez lo lograron)  que habían sido alimentados con historias de operaciones encubiertas inventadas.

En este libro yo he tomado extractos de algunos de estos libros, línea por línea, y han sido manipulados para entregar una semblanza de la verdad y al mismo tiempo solo eran falsedades. Sin embargo, han sido excelentes libros en esta amplia área. Pero muchos de esos libros sufren de varios efectos  del pavoroso mal del secretismo y del severo mal llamado encubierto (el eufemismo oficial de la CIA para no decir la verdad).
Quien no ha vivido en el secretismo y el medio ambiente de la inteligencia –vivida y completamente experimentada– no puede escribir con precisión sobre ella.

No hay sustitutos para una vida cotidiana en la cual comparte con amigos, su familia y sus contactos diarios una historia mientras está viviendo otra en simultáneo.
El escritor que depende de investigaciones inevitablemente falla víctima de muchas trampas del mundo secreto y del mundo de la historia encubierta, con sus mentiras y contra mentiras.

Un buen ejemplo de esto es el trabajo de Les Gelb y sus asociados del Pentágono en la versión oficial del sustraído Documentos del Pentágono. Ese mismo título es la más grande historia secreta (un indeseado juego de palabras) de todo esto. Muy pocos informes de esos documentos fueron realmente originales del Pentágono. El hecho que yo tuviera muchos de ellos en mi oficina de Operaciones Especiales o que muchos de ellos han estado en carpetas de la oficinas del asistente del secretario de Defensa para los asuntos de seguridad internacional no validan su origen. Fueron copias de trabajo y no originales. Noten como solo algunas fueron firmadas por verdaderos oficiales militares.
Resulta significativo observar que el archivo histórico que ha sido llamado Documentos del Pentágono fue realmente un estudio formal del gobierno de Estados Unidos involucrado en Vietnam desde la II Guerra Mundial hasta el presente (1945-1968). El 17 de junio de 1967 el Secretario de Defensa Robert McNamara dirigió ese trabajo. Un grupo de tarea de 36 profesionales bajo la dirección de Leslie H. Gelb produjo 37 estudios y 15 colecciones de documentos en 43 volúmenes, que fueron presentados el 15 de enero de 1969 al entonces secretario de Defensa, Clark M. Clifford por Mr. Gelb con las palabras de Herman Melville’s Moby Dick: “Este es un mundo de cambios, libre albedrío, y necesita del trabajo conjunto como el de uno solo: cambiar para alternar roles y delinear los eventos”.

Como usted recordará este tesoro de documentos de Máximo Secreto fue entregado al New York Times y otros diarios a mediados de junio de 1971 por un entonces desconocido hippie de ese periodo. Su nombre era Daniel Ellsberg.

Poca gente sabía que Ellsberg, quien pirateó esos documentos altamente clasificados, y Leslie Gelb, director de ese grupo de trabajo, habían trabajado juntos en la oficina de Asuntos de Seguridad Internacional (ISA).

La extracción de esos documentos no fue el trabajo de un verdadero patriota como Noam Chomsky escribió en 1972. Fue un trabajo desde adentro. La ISA había sido el hogar de grandes nombres del periodo de guerra en Vietnam, entre ellos Paul H. Nitze,
John T. McNaughton, Paul C. Warnke y William Bundy, entre otros. Yo tuve a muchos de ellos en mi oficina y había trabajado con ellos. Y había escrito partes de algunos de ellos. Y eso prueba que no eran genuinos Documentos del Pentágono porque mi trabajo en ese tiempo fue dedicado a apoyar a la CIA. Lo mismo sucede con el general Krulak, William Bundy y Maxwell Taylor, entre otros.

Miraré este asunto desde otro modo, el hombre que ha vivido y experimentado esta existencia nada natural llega a ser una víctima de su irrealidad. Él llega a ser cogido en una red hacia los tentáculos de un gran dilema y más allá de todo control.

De un lado, su vida entera de trabajo ha sido dedicada a la causa del secretismo y a su protección a través de historias secretas (mentiras). En este propósito él ha entregado de sí mismo mucho tiempo para promesas, informes, juramentos, profundas convicciones personales en cuanto al significado de ese trabajo.
Aún si él hablara o escribiera, su vida ha sido tan entrelazada entre lo real y lo irreal, la verdadera y la secreta historia que él debería conocer al menos probablemente para presentar los datos correctos.

De otro lado, como un profesional él debería haber estado sometido a tal proceso de compartimentación cada vez que era involucrado en alguna operación real de la cual no ha conocido la amplia historia de todos modos.

Esta compartimentación es muy real. He trabajado con muchos proyectos con muchos hombres de la CIA que no estaban enterados de la operación completa. Incluso desconocían los roles de los otros agentes de la CIA que trabajaban en el mismo proyecto.

Yo me enteré de esto porque ambos grupos venían al Departamento de Defensa por apoyo material. Yo me asigné una oficina especial en el Pentágono con una puerta hacia el corredor. Dentro yo tenía un ambiente con una secretaria. Sin embargo, fuera de la oficina de ella había una puerta que daba acceso a otras dos oficinas más con una tercera puerta dirigida a otro ambiente, también vinculado a la oficina de la secretaria.
Hacía esto porque teníamos grupos de la CIA que gozaban de permiso para conocerse entre sí. Y quien no debería de estar allí no tenía que saber que los otros estuvieron ahí mismo.
(Para el archivo: la oficina fue la 4D1000. Puede haber sido cambiada ahora. Pero había permanecido de ese modo por muchos años).

Otro grupo de escritores acerca del mundo del secretismo son los maestros. Hombres como Allen W. Dulles, Lyman Kirkpatrick, Peer de Silva y Chester Cooper. Los mejores, para mí, fueron Peer de Silva y Lyman Kirkpatrick. Ellos son oficiales profesionales de inteligencia quienes escogieron una carrera de alto nivel de operaciones de inteligencia.
Su redacción es correcta e informativa, de grado tal que los lectores son capaces de traducir y comprenderlo a la primera lectura, aunque ellos son propiamente circunspectos y discretos y muy inteligentes para proteger su profesión.

Hay otra categoría de escritores y autoproclamadas autoridades en temas de secretismo, inteligencia y contención. Este es el profesional suave. Un parásito que gana reputación como reportero real. Los superiores diseminarán a través de él fragmentos y ‘manzanas doradas’.

Este escritor raramente sabe y raramente es consciente que muchos de los fragmentos con los cuales estructurará su material han sido plantados, que esas fugas de información son controladas y que él está siendo glorificado mientras está siendo usado desde lo más profundo de la comunidad de inteligencia.

Allen Dulles tenía predilección por cultivar un número de esos escritores de grandes nombres. Él los invitaba a su despacho para un lanzamiento al estilo medieval en el gran salón de los viejos cuarteles de la CIA que daban hacia la colina de Foggy Bottom. Ahí él presentaría abiertamente y con absoluta libertad los mismos temas que solo horas antes había habían sido discutidos cuidadosamente en las cámaras secretas del ámbito de operaciones de la silenciosa Agencia. En las manos de Allen Dulles el secretismo fue simplemente un mecanismo camaleónico para ser usado cuando él lo creyera adecuado y recurriendo a la menor cantidad de hombres, según su plan.

Es fantástico encontrar a personas como Daniel Ellsberg siendo informado de filtraciones secretas por el hecho de tener la etiqueta de Top Secret, cuando la sustancia de muchas palabras escritas en esos mismos documentos era falsas y no una historia encubierta. A excepción de que estas fueron mentiras oficiales, esos documentos no estaban basados en la realidad y no tenían fundamentos para ser considerados Top Secret o tener otro grado de calificación.

Allen Dulles contaría similares historias encubiertas a su camarilla de escritores y poco después ellas aparecerían impresas en algunas prestigiosas publicaciones y revistas del país, totalmente inclasificables y, de hecho, inteligentemente falsas.

Últimamente figura el escritor de otro país que ha ganado su información desde dentro de las fuentes en otra nación. Esas fuentes no son confiables: ellos no saben exactamente qué ha pasado  –como en Guatemala durante la era de Bahía de Cochinos– y ellos pueden hablar con alguna libertad. En otros casos, lo mejor de esas fuentes ha estado detrás de la Cortina de Hierro.
En cada caso, la opción de acceder a una completa información es pequeña. Y la esperanza que los investigadores, estudiantes e historiadores sean capaces de descubrir la verdad desde la  falsedad, lo real desde lo irreal, y la historia desde la historia encubierta, es apenas posible.

Ciertamente, la historia enseña que una verdad se multiplicará y realzará otra. Pero no olvidemos que una mentira aumentada destruirá todo. Este es el punto importante.

Al considerar el pasado medio siglo surgen las preguntas: ¿Cuántos eventos de magnitud, de real magnitud, que no suenan verdaderos? ¿Cuántas veces el mundo entero ha sido sacudido por alarmas de mayor significancia solo para descubrir que los eventos no sucedieron de la forma como era la historia original?

La guerra de Vietnam es el mejor ejemplo de esto. ¿Por qué después de treinta años de vinculación abierta y secreta en Indochina nadie ha sido capaz de armar un caso lógico de lo que nosotros habíamos estado haciendo allá y explicar adecuadamente porque teníamos que estar involucrados?

¿Y cuáles fueron nuestros reales y válidos objetivos en esa parte del mundo?
El misterio continúa detrás de todas estas mentiras que nosotros conocemos como Actividad Clandestina, Operaciones de Inteligencia, secretismo, e historias secretas, usadas a escala nacional e internacional. Este es el objeto de este libro, proporcionar comprensión de esta vasta área desconocida.

L. FLETCHER PROUTY

Coronel (r), U.S. Fuerza Aérea 

No hay comentarios.: