miércoles, agosto 16, 2006


"... todo el mundo sabe donde encontrar la poesía. Y cuando aparece uno siente el roce de la poesía, ese especial estremecimiento como la mirada de la mujer que cautiva". Jorge Luis Borges


Reportajes

Hugo Kugiya


Viajando a última hora de Nueva York a Turquía, Kugiya tuvo que superar problemas logísticos y las barreras de la lengua para grabar la desolación física y moral de un país destrozado por un terremoto que mató a 20,000 personas. Su reportaje muestra el poder de las palabras para llevar a los lectores a través de un inolvidable viaje, en el que un hombre retorna a Turquía después de la muerte de su padre durante el terremoto.

Viviendo de recuerdos

30 de agosto de 1999

Derince, Turquía.

El hijo honró la petición de su madre de salvar teteras, cacerolas de acero y fuentes de plata, todo curvado en formas líquidas, doblado más allá de su utilidad.
"Mira esto", dijo Ali Gunhan, levantando cuidadosamente algo de lo que pudo recobrar en el derruido departamento de su padre. "Ya no se puede usar. Pero mi madre quiere estas cosas. Yo no quiero herir sus sentimientos. Quizás las guarde por un tiempo y termine tirándolas luego".
Casi dos semanas después de que el terremoto destruyera o dañara la mayor parte de su pueblo natal, Gunhan se siente agradecido ante la mínima tarea remunerada.
También encontró intactos algunos platos de vidrio de color anaranjado brillante, lentes de sol, un candelabro y un juego de porcelana china prácticamente completo, cosas que colocó en una caja de cartón. Dejó toda la ropa que encontró y que perteneció a su padre muerto. Sin saber qué hacer con ella, la quemó.
"Nadie la usará", dijo.
La mayoría de los habitantes de Derince ha quedado desamparada, viviendo sin humor y guiada únicamente por un vago sentido de propósito. La euforia de haber sobrevivido ha sido reemplazada por el aburrimiento, la lasitud causada por la falta de sueño y una agonizante incertidumbre sobre lo que les espera en los próximos meses.
"Nos quedaremos en nuestras tiendas por algunas semanas más", explica Gunhan. "Después, no 10 sé. Nadie lo sabe".
Turquía ha hecho una misión nacional la reconstrucción de las ciudades destrozadas por el terremoto. Se ha propuesto impuestos sobre los celulares. los cigarrillos y la gasolina, así como campamentos de bungalows temporales. Pero la confianza en el gobierno es frágil.
Incluso las miles de tiendas de lona provistas por Red Crescent han mostrado el inconveniente de no poder soportar las lluvias que cayeron durante la semana.
Gunhan tiene planedo permanecer con su familia dos, quizás tres semanas más, antes de volver a Dix Hills, donde es gerente de un pequeño negocio y vive solo en un departamento de dos habitaciones. Su familia necesitará sus ingresos.
La familia estaba contando con el departamento que Salim Gunhan estaba construyendo, el mismo en el que murió. Había ido a pasar la noche en el edificio de cinco pisos prácticamente terminado, propiedad suya, sólo cuatro horas antes del terremoto. Él y otros cuatro miembros de la familia iban a mudarse la semana pasada. La renta de los otros departamentos generaría ingresos para la familia. Ahora esa posibilidad había desaparecido. Los hermanos de Alí son obreros de construcción, pero no tienen trabajo.
"Espero que todo salga bien, aunque no lo creo", comentó Ali. "Va a ser muy duro. Pero lo intentaremos. He escuchado que el gobierno ya ha empezado a inspeccionar los edificios. Ellos nos dirán si es seguro vivir en nuestra casa. No he oído ninguna promesa, pero ellos aseguran que vendrán".
El hogar de los Gunhan sobrevivió al terremoto sin sufrir prácticamente ninguna rajadura, pero la familia cocina, come y duerme en tres tiendas recubiertas de plástico cruzando el camino que está frente a la casa. Sólo se atreven a ingresar por contados minutos y lo hacen en parejas. Tienen mucho miedo de entrar solos. Ali es el único con la suficiente valentía para hacerla.
"Yo no estuve aquí y no sentí el terremoto", explicó. "De manera que no tengo tanto miedo".
Por lo pronto, la familia está contenta de vivir afuera, durmiendo en cada carpa de diez a dieciocho personas. Las parientes mujeres de Gunhan cocinan todas las comidas en hornillas de gas propano. Hierven papas, arroz y trigo y calientan sopas y vegetales enlatados.
"Nos sentimos como gitanos, sin un lugar donde vivir", confesó su tía
Nedime Gunhan. "Por supuesto que es dificil".
La familia tiene más suerte que la mayoría y cuenta, al menos, con una construcción donde guardar sus posesiones. Los Gunhan tienen un teléfono, agua corriente.(que sólo pueden utilizar para lavar y bañarse), un baño y electricidad para que el refrigerador y el televisor funcionen.
Aquellos sin un refugio apropiado se han mudado al campamento de Red Crescent, en la cercana localidad de Korfez. Una organización privada de Singapur está armando otro campamento en los campos cerca del cementerio de Derince. Está casi vacío porque las tiendas no han llegado, a pesar de que ya están listas una letrina y una cocina al aire libre.
"No tenemos idea de cuándo supuestamente nos darán las tiendas o cuántas obtendremos", declara Steve Findlay, un norteamericano encargado de inspeccionar el campamento. "Esperamos armar alrededor de 200 tiendas". Findlay espera que lleguen a tiempo para que todavía puedan ser útiles.
El gobierno de la ciudad está igualmente abrumado. Mustafa Mollaoglu, un miembro del parlamento local, declaró que el ministro del interior del país había ordenado inspeccionar todos los edificios en pie, pero no sabe cuándo completarán la tarea. Cree que les podría tomar hasta tres meses, época en la que suele llegar el invierno. No sabe qué harán las familias que han quedado desamparadas cuando haga demasiado frío para dormir afuera.
Los hombres del pueblo ya no pasan sus días enterrando cuerpos. Eso ya no sucede desde que las grandes máquinas llegaron a llevarse los escombros. Las familias han enterrado a todos los muertos que esperaban encontrar. Muchos fueron enterrados rápidamente en la tierra, en un cementerio ubicado en una colina en las afueras del pueblo. Más allá de las tumbas oficiales hay un campo teñido de azafrán, salpicado por montículos de tierra de diversa extensión y altura.
Los cuerpos enterrados recientemente se marcan con sencillas estacas de madera y sus nombres están escritos con lapicero. Había poco tiempo para cavar tumbas decorosas, de modo que a fines de la semana pasada el olor volvió a filtrarse. Los sesenta o setenta cuerpos están enterrados prácticamente uno aliado del otro, en algunos casos uno encima de otro.
El padre de Gunhan no se encuentra entre ellos. La familia tiene un pequeño lote donde Salim Gunhan fue enterrado junto a sus padres, Halim y Agca. Ali no sabe cuándo colocará la familia una lápida para Salim Gunhan.
Para el pueblo ubicado colina abajo del cementerio, la vida continúa, si bien únicamente en el sentido literal de la palabra.
El centro comercial de Derince ha quedado prácticamente libre de escombros de los edificios destruidos. Los autos aplastados han sido retirados. Casi todas las calles están transitables. En una barbería frente al antiguo ayuntamiento (no ha aprobado la inspección y será destruido), ambas sillas están ocupadas. Es uno de los pocos negocios que está abierto. Cerca de ahí, el supermercado empieza a recuperarse. Anteriormente fue un restaurante que perteneció a Ali Gunhan. Él cocinaba y cantaba durante las comidas, talento que lo convirtió en amigo del alcalde y de otros oficiales de la ciudad que comían allí a menudo. El restaurante era un éxito, pero su sueño, decía Ali, fue siempre vivir en Norteamérica. Había obtenido una visa diez años atrás y se mudó a Brooklin donde encontró trabajo como cocinero de un restaurante judío.
Ahora, su vida en Norteamérica es clave para la recuperación de su familia.
Sin sonreír siquiera una vez, Gunhan estuvo mirando dibujos animados el viernes por la mañana. Los tomó como una medicina, agradecido, pero sin disfrutarlos.
"Todas las estaciones televisivas no enseñan otra cosa que terremoto, terremoto, terremoto", exclamó Gunhan, "y las estaciones muestran las imágenes una y otra vez".
Recuperó su apetito ese día por primera vez, después de una semana. Se moría por comer lahmanjun, una especie de pizza turca, pero no pudo encontrar ningún restaurante abierto. Más de 320 negocios habían sido destruidos por el terremoto y muchos otros permanecían cerrados.
El viernes fue el último día que Gunhan pasó entre los escombros del departamento de su padre. Había cavado hasta darse cuenta que no podía arriesgar más su seguridad. Trató de alcanzar un álbum de fotografías de su hija, pero estaba debajo de un escritorio roto y no pudo sacarlo. "Tenía miedo de seguir removiendo escombros", dijo.
En tres días, Ali convirtió un hueco del tamaño de su pie en un pequeño hoyo lo suficientemente grande como para entrar gateando. Cavó únicamente con la cabeza de una pala rota, deteniéndose ocasionalmente para rezar en la calle de enfrente, donde los hombres habían dispuesto una mezquita temporal.
Durante varias horas seguidas, Ali estuvo husmeando alrededor del preciso lugar en el que su padre había muerto. Los ladrillos teñidos de sangre eran prueba de ello.
Observando los destrozos, Ali imaginó el fallido escape de su padre. Salim huyó atravesando la puerta del dormitorio y quedó atrapado en el pasadizo, a sólo unos metros de su cama y de la silla sobre la que había colocado sus pantalones. Si se hubiera dirigido a la ventana, en cambio, quizás podría haber sobrevivido, dijo Ali, señalando un gran bolsón de aire cerca de allí.
Ali encontró documentos legales indicando que Salim Gunhan era el propietario del lugar. También encontró una lista de los materiales utilizados para la construcción y algunos anteproyectos.

Historias

Las mejores historias se encuentran, a menudo, entre estas dos: la historia pequeña y personal dentro de una historia más grande, o la historia universal extraída de una historia pequeña. En otras palabras, las mejores historias hacen un zoom in o un zoom out. Esto parece ser cierto para la cobertura de cualquier tipo de noticias. Pensando así, me preparé para viajar a Turquía para lo que sería mi primer despacho desde el extranjero: el terremoto de 1999 que mató a más de veinte mil personas.

El teléfono de su padre no había sufrido desperfectos y seguía conectado a su cable. Recordó haber tratado de llamar a su padre desde Nueva York antes de saber lo qué le había pasado. "Estuvo sonando", comentó Ali. "Sencillamente continuó sonando".

Cerca del teléfono, Ali encontró un calendario con un día impreso en cada página. Su meticuloso padre se había ocupado del calendario cada día. No estaba precisamente rasgado. El último día que podía verse era el que Ali esperaba: 17 de agosto de 1999.

Lecciones aprendidas

Me dijeron que otro reportero, a través de contactos con una mezquita local, había logrado encontrar a un hombre criado en uno de los pueblos destruidos por el terremoto. Estaba regresando a Turquía para buscar a su familia. Yo debía encontrarme con él en el aeropuerto y tomar el mismo vuelo, programado para salir del aeropuerto Kennedy a las 6:00 p.m. Tendría que contar su historia con la esperanza de que me llevara a otras historias. Llegué a la sala de espera veinte minutos antes del vuelo. Salí de Nueva York con sólo unas horas de aviso, conociendo únicamente los detalles básicos del terremoto y prácticamente nada sobre Turquía.

Empezar desde el principio

Tenía un montón de trabajo por delante. Me dirigía a un país extranjero sobre el que sabía poco. No hablaba la lengua. Jamás había cubierto un desastre de tales magnitudes. No había tenido tiempo para prepararme, y tendría que resolver problemas logísticos (cómo me movilizaría, donde trabajaría) a medida que los fuera encontrando. El reto, o la lección, era recordar que la noticia es noticia, que un informe es un informe, y no sentirme abrumado en un ambiente desconocido y caótico. En otras palabras, haz lo que siempre haces, sigue tus corazonadas, haz preguntas de cualquier forma y toma nota de todo. Y aunque esto pueda sonar poco intuitivo, relájate. Toma tu tiempo para pensar.
Informar, escribir y pensar
Pensar una historia puede ser el aspecto más menospreciado y descuidado de escribir bien. No trates de apuntar en tu libreta de notas absolutamente todo, como para que te impida escuchar lo que la gente está diciendo. Es necesario tomarse tiempo para pensar, de manera que puedas responder con una pregunta inteligente. Y antes de que empieces a escribir, pregúntate de qué se trata la historia realmente, qué es lo que la hace única y poderosa. El negocio de los diarios es presentar informes sobre hechos. Pero también es construir y transmitir la verdad. Una buena historia no significa meramente vaciar nuestra libreta de notas. Es presentar los hechos más apremiantes de modo que revelen un tipo de verdad esencial. Eso no sucede siempre, por supuesto. A veces la historia es simplemente sobre un árbol que cayó sobre un auto. Pero si te haces el hábito de pensar de aquel modo, escribirás mejores historias.
De modo que recuerda relajarte. Date tiempo para permitir que los hechos se revelen por sí mismos y para notarlos. Date tiempo para centrarte en los pequeños detalles. Puedes estar escribiendo sobre todo un país, pero tienes que ocuparte de un párrafo después de otro. En ese sentido, no se diferencia de la cobertura de noticias locales. A veces, no conocer la lengua resultó un beneficio para mí. Ya que no podía confiar siempre en las palabras, notaba los detalles visuales, colores, contornos, olores, expresiones faciales, gestos, la longitud de la cerdosa barba en la quijada de un hombre, las manchas en sus pantalones.

Sorprender

Existe el método práctico que ha aparecido a menudo en este libro y una regla que sin duda hemos escuchado mencionar a nuestros colegas: "Muéstrame. No me lo digas". Se trata de una regla valiosa, pero incompleta de algún modo. Siempre he asumido que la regla significa “cuéntame mostrándomelo” en otras palabras, escoge cuidadosamente lo que decidas mostrarme y hazlo con propósito y claridad, de manera que cuando termines de mostrarme todo yo pueda sentir que me has instruido e iluminado. Ayúdame a conectar los puntos.

Si la historia es sobre sufrimiento y dolor, no necesito cien imágenes de sufrimiento y dolor para comprender que duele. Supongo que es así. Es posible que pueda aprender más con imágenes opuestas mezcladas en el texto. Cuéntame sobre el olor de los cuerpos en descomposición, pero dime también que cuando cambia la dirección del viento se extiende el olor de los pinos desde las colinas, que los pinos fueron plantados por los habitantes del pueblo, que ellos llegaron allí para acampar y divertirse en las noches de verano y que con el terremoto las colinas se convirtieron en el único lugar seguro para pasar la noche. En otras palabras, sorpréndeme y rétame. Si se supone que debo odiar a alguien en la historia, muéstrame como podría gustarme esa persona; si se supone que ame a esa persona, enséñame como podría odiarla. Muéstrame a gente mala haciendo cosas buenas y viceversa.

Conviértete en un experto del instante

Inicialmente me sentí abrumado y sin apoyo. Algunos diarios contaban con tres o cuatro reporteros cubriendo el terremoto, desde la capital, desde Estambul y desde la zona misma del terremoto. The New York Times tenía una agencia en Estambul y es muy probable que tuviera también un reportero íntimamente familiarizado con la región. Para compensar mi falta de experiencia o mi background académico me convertí en una suerte de antropólogo popular. No me faltó gente que tuviera una opinión sobre lo que estaba mal en el país, basándose en sus propias experiencias y mostrándose más que dispuesta a exponer sus ideas. Conocí a un carpintero, a un empleado de una estación de gasolina, al dueño de un café con líneas para Internet, a un fotógrafo, a un estudiante, a un camionero. Ahora bien, es posible que ninguna de estas personas fuera un experto, pero todas tenían sus puntos de vista. Aparecían emociones y observaciones similares que estaban respaldadas por lo que veía en la televisión local y lo que me contaba la familia de Ali Gunhan.

Me ayudó el hecho de que muchos turcos hablan inglés. Contraté traductores, vale decir, cualquier persona que hablara inglés y turco. Le pedí amablemente a un conserje de hotel angloparlante que me leyera y tradujera las historias publicadas en diarios turcos. Conocí a doctores norteamericanos, paramédicos y oficiales militares que habían llegado a Turquía para ayudar a las víctimas del terremoto. Ellos me sirvieron para conseguir alguna información y sentí la tentación de pegarme al grupo porque hablaba inglés. Pero la historia real le pertenecía a los turcos.

Informar dentro de un contexto, escribir con autoridad

Aceptaba cualquier información que pudiera conseguir y pronto empecé a notar que empezaba a comprender. Ahora podía ubicar el terremoto dentro de un contexto de temas más amplios que venían afectando a los turcos antes del terremoto: la rebelión de los kurdos y la profunda tensión étnica entre turcos y kurdos, el choque entre los valores tradicionales de los musulmanes y aquellos de una sociedad secular emergente. También el deseo de muchos de alcanzar al resto del mundo occidental a través de la creación de una infraestructura civil capaz de, por ejemplo, responder a un fuerte terremoto; el resentimiento contra el gobierno en manos de militares, el deseo de Turquía de pertenecer a la Unión Europea en medio de una rampante inflación, y el éxodo desde el interior de Turquía hacia la ciudad, un viaje emprendido por turcos campesinos en busca de una forma de vida más segura.

Todos estos temas cobraron relevancia por las desastrosas consecuencias del terremoto y pude escribir sobre ellos a medida que inspeccionaba los daños. El vuelo hacia el este hizo aparecer suburbios en una noche, gran parte de los que habían sido construidos apresuradamente sobre terrenos con problemas de deslizamiento s por razones de ganancias monetarias y necesidad. El daño (filas de edificios derruidos y pilas de cuerpos aplastados), cobraba más sentido si sabías que existía la presión de construir edificios altos y de construir rápido y barato para albergar a los turcos inmigrantes. Muchas de estas personas compraron sus departamentos porque las propiedades eran una de las pocas inversiones seguras en un país donde la inflación estaba fuera de control. Sólo llegué a apreciar el verdadero impacto del terremoto una vez que logré comprender los problemas más álgidos del país.

Hallar otras historias

Después del terremoto, el odio nacionalista entre Turquía y Grecia quedó de lado cuando doctores griegos empezaron a ayudar a las víctimas. Incluso el tema kurdo parecía un problema menor. Una vez que Ali se ocupó de su familia inmediata empezó a investigar qué había sucedido entre sus parientes más lejanos. Resultó que una prima lejana murió junto a toda su familia la noche anterior a su boda con un muchacho kurdo. La familia musulmana de la muchacha se había opuesto fieramente a esta unión y sólo se ablandó cuando ella huyó y amenazó con quitarse la vida. Dentro de la historia del terremoto había un relato moderno de Romeo y Julieta.

Esa historia me llevó a las costas de Golcuk, donde había vivido la pareja. Parte de la ciudad continuaba sumergida en el agua como resultado de una gigantesca ola que se formó después del terremoto y que nunca se retiró. De modo que encontré otra historia más, una que no había aparecido durante la cobertura inicial sobre el terremoto. La lección, en este caso, es ir en busca de cada rumor y, durante las entrevistas, mantener los oídos y los ojos abiertos para captar otras historias. Si escuchas a viejos murmurar bajo los árboles, si ves a soldados sentados en una esquina, pregúntales de qué están hablando. Quizás no sea nada especial o de repente podría convertirse en tu próxima historia.

La historia final

"Viviendo de recuerdos" fue, de algún modo, el epílogo de la historia sobre la familia de Ali y también una conclusión condensada de más de una semana cubriendo el terremoto. Hasta ese momento, todas las historias habían sido sobre el enfrentamiento a la muerte. "Viviendo de recuerdos" se refería a cómo afrontar las consecuencias de sobrevivir. Es probable que no fuera la historia con mayores detalles y el mejor contexto, pero era atractiva porque se refería a cosas cotidianas: a unas ganas locas de comer tu plato favorito; a mirar televisión tarde en la noche; a cortarse el pelo; todo esto mientras un delgado pedazo de plástico servía como techo para sus cabezas. Preferí terminar el texto con una imagen final de Ali rescatando efectos personales porque parecía una tarea absurda y, sin embargo, la única cosa que él podía hacer. Resultó ser una buena imagen: Ali cavando en el derruido departamento de su padre, deteniéndose en el lugar donde su padre había muerto, arriesgando su propia seguridad por cosas que tienen poco valor cuando no tienes un hogar donde vivir. Muchos ya empezaban a preocuparse por el invierno. Y recién era agosto.

HUGO KUGIYA Finalista, Deadline Writing
Hugo Kugiya ha sido reportero de Newsday desde 1998 y ha cubierto temas de transporte, noticias generales y realizado reportajes. Escribe para la agencia de Long Island y, ocasionalmente, para agencias de noticias nacionales y extranjeras. Anteriormente fue reportero en The Seattle Times, donde trabajó en tres departamentos durante casi nueve años. Empezó como periodista deportivo en el Times, cubriendo noticias de la NBA, fútbol y básket en diversos colleges y deportes en colegios de secundaria. Después de abandonar los deportes pasó a formar parte del equipo de la revista dominical de Times y a escribir artículos sobre la cultura de consumo antes de unirse al despacho metropolitano como reportero de proyectos. Kugiya empezó su carrera como periodista deportivo escribiendo para dos diarios en Florida: el Sun Sentinel de Fort Lauderdale y The Orlando Sentinel.


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