11-S
FALSO
TERRORISMO
MADE IN USA
WEBSTER
GRIFFIN TARPLEY
©
2004-2008 por Webster Griffin Tarpley
Traducción de Luis R.
Aguilar
(c) 2004-2008
by Webster Griffin Tarpley. Todos los Derechos Reservados
Publicado por
Progressive Press ~ “Prensa Pensar”
PO Box 126,
Joshua Tree, Calif. 92252, www.progressivepress.com
Segunda
impresión en Castellano noviembre 2008 – edición de prueba, no revisada
ISBN
0-930852-98-2 , EAN 978-0-930852-98-6.
Topicos:
Historia de EE.UU.; Oligarquía; Agencias de Inteligencia; el Mito del 11-S;
Terrorismo Falsificado
Funcionando con el Auspiciado del
Estado. 263,000 palabras en 311 páginas.
Prólogo a la Tercera Edición
El Tema del 11-S:
La Clave para Evitar la III Guerra
Mundial
Durante
octubre y noviembre del 2005, hubo una gran esperanza de que la acusación
contra Scooter Libby, nuevas evidencias de las mentiras de Bush, la debacle del
Katrina, y las prosecuciones de Safavian y Delay-Abramoff, combinados con los
dos mil estadounidense muertos oficialmente en Irak y las crecientes pérdidas
en Afganistán, podrían causar el colapso del régimen de Bush. En la primavera
del 2006, fue claro que esta perspectiva era ilusoria. El régimen Bush-Cheney-neoconservadores
podía contar con una base de apoyo público entre el 35-40% de la población
estadounidense.
Por marzo del
2006 – después del incidente de los disparos de Cheney, que otra vez indicaban
su inestabilidad mental, alcoholismo, y una flagrante violación de la ley –
Bush estaba chocando otra vez con el punto más bajo de ese rango. Pero era
temerario pretender que caería por debajo del nivel del 35%, a menos que
ocurriera un cambio en la marejada. El cambio más obvio y eficiente de esta
marejada serían espectaculares y demoledoras revelaciones públicas que echen
abajo el relato oficial Kean-Hamilton-Zelikow, y establezcan la participación
criminal de redes golpistas estadounidenses – militares y de inteligencia– en
los crímenes del 11-S.
Sólo la
verdad del 11-S podría erosionar eficazmente y destruir la base Bush-Cheney.
Este 35-40% eran personas de limitado horizonte político, engañados por la
maquinaria del lavado del cerebro de los medios corporativos controlados.
Habían aceptado la demagogia de terror, la guerra contra el terror del régimen Bush-Cheney,
y estaban simplemente asustados de su ingenuidad. Tal miedo histérico era un
insuperable obstáculo para los argumentos basados en la razón.
Uno está
tentado de clasificar a este 35-40% que apoyaban la “guerra preventiva” como
moralmente demente, o enloquecidos por el miedo, pero también debemos recordar
que estos ingenuos habían sido vergonzosamente traicionadas por la izquierda
liberal y la elite intelectual radical y liberal, el principal grupo en esta
sociedad de la cual se podría haber esperado que tomara la delantera para
denunciar y rechazar el fantástico, racista, y pesadilla belicista, mito
oficial del 11-S, y la “guerra contra el terror” que derivó de esto.
En lugar de
denunciar fuertemente la historia oficial, estos liberales se habían inclinado
ante el mito e, incluso, tomando la tarea de vilipendiar y excluir a la sociedad
escépticos y herejes del 11-S.
El 35-40% era
virtualmente insensible a las discusiones que se referían a la insensatez
criminal de las guerras en Afganistán e Irak, la locura suicida de una guerra
más amplia con Irán o Siria, y asuntos como los de Guantánamo, Abu Ghraib, la
tortura, las prisiones secretas de la CIA, los arrestos ilegales, las
violaciones a la Convención de Ginebra, las intercepciones de la NSA, y las
medidas policíacas y totalitarias estatales en general. Para el 35-40%
aterrado, cualquier acto de genocidio o agresión debe aparecer, con creces,
como una medida justificada de autodefensa, dictado por las duras necesidades
de una guerra contra el terror que había sido impuesto en los Estados Unidos
por asesinos traicioneros del exterior. Para que Bush caiga sustancialmente por
debajo del 35 %, y así se vuelva vulnerable a una inculpación y prosecución
criminal que obviamente se lo merece, era necesario mostrar a partes de ese 35%
que los ataques del 11-S fueron provocaciones desde los intestinos del Pentágono,
la CIA, NSA, y así consecuentemente, y no procedentes desde una caverna en
Afganistán como reza el mito de Bin Laden.
El 11-S era
la última arma contra Bush; en verdad, era la única arma efectiva – qué
irónicamente fue el arma que la izquierda liberal histérica se rehusó categóricamente
a tomar. En esa izquierda había personas que decían que harían cualquier cosa
para detener la guerra en Irak, cualquier cosa para revertir al estado policial
doméstico. Pero ¿encargarse de la verdad acerca de 11-S, dónde los dislates de
la versión oficial se oían en el cielo? ¡Horrores! ¡Nunca! Esa fue la respuesta de Noam Chomsky, Amy
Goodman, Michael Moore, la revista The Nation, Greg Palast, y la mayor parte de
los locutores asociados con Air America.
Desde un plausible
punto de vista, los porteros de la izquierda, por su negativa cobarde para
derribar el mito del 11-S, estaban asumiendo en gran medida la culpabilidad de
las guerras en Afganistán, Irak (e Irán), además de la responsabilidad por el
totalitarismo en el frente doméstico.
¡Qué posición
tan miserable la de esos porteros! Propusieron la patente absurdidad de que,
mientras Bush había sido un mentiroso inveterado toda su vida hasta el 11 de
septiembre del 2001, él, misteriosamente, comenzó a decir la verdad desde ese
día – incluso si él se hundió en la mendacidad en los primeros días de enero
del 2002, cuando habló de un “eje del mal” en su discurso del Estado de la
Unión. Los porteros de la izquierda se pavonearon de no creerle nunca a Bush.
Si hubieran sido sorprendidos en público dándole crédito a Bush en cualquier
otro asunto – ya sea Irak, el déficit, Katrina, Palmegate, la reforma de los
medicamentos recetados, o la extracción del petróleo en Alaska–, ellos habrían
muerto de humillación. Pero sobre el 11-S, el tema más grande de todos, la
fuente de todas las guerras, el pretexto para el estado policial, el verdadero caput
horum et causa malorum, ellos estaban ansiosos no sólo de repetir las mentiras
de Bush, sino de ayudarlo en aplastar a cualquiera que los desafiara en
contradecirlos.
¿Alguien duda
de que la Gran Mentira del 11-S fue la base para el régimen Bush, el Partido
Republicano, y de todos sus crímenes? Si es así, uno sólo tiene que recordar el
discurso de Kart Rove a principios del 2006, en la reunión invernal del Comité
Nacional Republicano, cuándo este notorio sinvergüenza anunció que los “Republicanos
tienen una visión del mundo post 11-S y muchos Demócratas tenían una visión del
mundo pre 11-S” (Washington Post, 21 de enero, 2006). Con esta declaración era
claro que el 11-S sería la base de la campaña Republicana en el 2006, tal como
lo había sido en el 2002 y el 2004. Y si aún era necesario más documentación
para ilustrar a los porteros, ellos podían recurrir a la hilarante variación
sobre el mismo tema por Gary Trudeau en Doonesbury, incluyendo la tira cómica publicada
el 11 de diciembre del 2005, que ilustró al 11-S como una excusa universal que
podría ser usada para sacar bajo fianza a los ladrones de tiendas, perdonar a los
jugadores de fútbol que tuvieron una mal día, y a los maridos adúlteros cogidos
in fraganti por sus esposas.
Él cómo los
porteros de la izquierda le estaban haciendo un gran favor Bush fue demostrado
en las valientes observaciones del famoso actor Charlie Sheen, quién fue
entrevistado en el programa radial de Alex Jones del lunes 20 de marzo del
2006. Alex Jones, el decano de los críticos conservadores del 11-S, es un valiente
luchador contra el estado policial y la tontería del nuevo orden mundial, y yo
he sido uno de quienes lo ha ayudado en sus esfuerzos desde mi primera entrevista
en su programa del Día de Acción de Gracias del 2001. En su conversación con
Jones, Sheen expresó su fuerte escepticismo acerca de los 19 secuestradores de
aviones, sobre la naturaleza de los objetos voladores estrellados contra las
torres del WTC, y acerca de la
caída de los
edificios. Él demandó un panel neutral, internacional – virtualmente idéntico a
la Comisión de la Verdad Independiente e Internacional descrita en otra parte
de este libro. Para Sheen, el caso del 11-S no estaba cerrado.
Sus
comentarios no fueron transmitidos en un horario de mayor audiencia en la TV,
sino en una red radial decididamente antigubernamental. Aún no estaban destinados
a emitirse en los medios corporativos controlados en los EE.UU. Gracias a la
Internet, los puntos de vista de Sheen dieron la vuelta al mundo. El miércoles
22 de marzo, la crítica de Sheen a la versión oficial fue el tema central en el
Showbiz Tonight en CNN Headline News Prime Time Live. El anfitrión del show en
Nueva York, A.J. Hammer, dijo a la audiencia que él nunca se había tragado la
historia oficial, y procedió a emitir al aire lo que Sheen había dicho. Un breve
segmento me mostró recordando que, según una encuesta Zogby, el 50% de los
neoyorquinos ya eran LIHOP a finales del verano del 2004. Ésta fue una diminuta
fracción de lo 15 a 20 minutos que yo había grabado ese día en el estudio de
CNN en Washington D.C., y no se mostró ninguno de mis temas distintivos, pero
fue la primera vez que un autor de la escuela del MIHOP
político, del gobierno invisible, en toda su extensión, apareció en CNN.
Showbiz Tonight regresó a los mismos temas en las dos noches siguientes, y estaba
dispuesto a continuar la siguiente semana cuando lo detuvo, después de que no
pudieron encontrar a un portavoz para que defienda el lado oficial. La encuesta
de televidentes de CNN mostró que el 83% respaldaba a Sheen. El viernes 24 de
marzo, aparecí en el programa radial de Alex Jones junto con Sheen.
Ese mismo
lunes 20 de marzo, el New York Magazine apareció en los puestos de periódicos y
la internet con un artículo (“The Ground Zero Grassy Knoll”, en referencia al
"Grassy Knoll" en el asesinato de J.F.K.) sobre el movimiento de
verdad sobre el 11-S por Mark Jacobson, quien asistió a mi conferencia en la
Iglesia St. Mark, en Bowery, el 15 de enero del 2006, así como a la cena con
espíritu de debate con Nick Levis y Nico Haupt, que siguió a continuación. En
este artículo, tuve el honor de ser el orador principal para el movimiento de
la verdad sobre el 11-S. Pese a los obvios límites impuestos por las
circunstancias, el artículo de Jacobson fue un notable logro. Él mostró a las
personas con edades entre los cincuentas y sesentas años, y más allá,
que
necesitaban retar el encubrimiento del 11-S, de la misma forma que muchos de
ellos rechazaron a la Comisión Warren sobre el asesinato de Kennedy.
Jacobson
ofreció hechos muy importantes, los suficientes como para derribar la historia del gobierno.
Él también, servicialmente, listó una multitud de sitios Web del movimiento
donde los escépticos podrían encontrar más información. Él citó a una viuda del
11-S diciendo que el movimiento de la verdad sobre el 11-S tuvo más cuidado
sobre los hechos que los comisionados oficiales. Fue un artículo que prestó un
gran servicio a la causa de la verdad. New York Magazine ejerce una
considerable influencia entre las elites de los editores, las celebridades, las
publicaciones, las comunicaciones, la propaganda, y financiera de la ciudad.
Cuando CNN me
llamó luego para una entrevista esa semana, ellos supieron del Nueva York
Magazine que yo era una autoridad.
El
conservador Alex Jones y los liberales en el New York Magazine habían provisto,
en muchos meses, lo mejor para revisar la realidad del 11-S. Esto demostró que
las obsoletas categorías ideológicas de la izquierda y la derecha eran
hojarascas sin sentido, cuando se trataba de la cuestión esencial de nuestros
tiempos. A causa de que fui el único autor del 11-S involucrado con Charlie
Sheen, Alex Jones y el artículo del New York Magazine, este libro se afirmó a
sí mismo como nunca antes en las semanas posteriores al 20 de marzo. En los ranking
de venta en Amazon, aventajó con creces a la versión oficial
Kean-Hamilton-Zelikow, así como a los estudios de Ruppert y D.R. Griffin. Este
libro pareció desafiar la barrera de los 500 en esos ranking cuándo Amazon se
quedó sin copias el 28 de marzo y, en consecuencia, la producción de esta
tercera edición tuvo que ser acelerada. El significado político de todo esto es
que el público estadounidense del 11-S se está volviendo más sofisticado y más
radicalizado, y ya no se contenta con las grandes mentiras del gobierno, ni con
un LIHOP pálido y diluido, ni con un agnosticismo global acerca del gran cuadro
de quién lo hizo y por que se hizo el 11-S. Los relatos hipertécnicos, que se enfocaban
si el arma homicida fue un picahielos, un alfiler de sombrero, o una lezna, en
lugar de nombrar a los asesinos, también quedaron cortos. El público quiere y
merece un comprensivo y coherente MIHOP político, y esto es lo que he hecho con
todo lo que está en mi poder para proveerlo. Mis libros se erigen como el único
ejemplo de tal MIHOP escrito originalmente en inglés; los grandes estudios
europeos por Meyssan, von Bülow, Wisnewski, y Blondet son cada uno un MIHOP a
su manera desde la primera palabra.
Charlie Sheen
habló como un ciudadano patriota consternado sobre su país. Los Bloggers
abordaron el tema abundantemente, en pro y en contra. La facción entera de los
neoconservadores respondieron colectivamente cayendo en el terreno de la furia
apoplética y escupiendo lo que fuera y donde sea. Cuando Alan Colmes le
preguntó a Sean Hannity que pensaba acerca de Charlie Sheen, Hannity vilipendió
a Sheen como un izquierdista. Cuando Colmes respondió que los conservadores estaban
realmente tomando ventaja, Hannity tartamudeado que las familias afligidas estaban
ciertamente ofendidas. Colmes respondió que las familias habían mostrado
gratitud hacia los escépticos que buscaban la verdad. Una vez más el matón fue
silenciado.
Las crónicas
de los neoconservadores vituperando en contra de Charlie Sheen son demasiado
extensas para ser reproducidas aquí. Jerry Doyle y muchos otros participaron.
Pero otros locutores le dieron espacio a los adversarios de las mentiras del
gobierno: Rachel Madow de Air America invitó a Mark Jacobson, mientras que
Lionel dedicó un programa al libro de Victor Thorn sobre la demolición
controlada, y Phil Berg entrevistado a Colmes acerca de la demanda civil RICO
en contra de Bush-Cheney. Luego, en los últimos días de marzo, el filántropo
político Jimmy Walter y héroe de la Torre Norte William Rodríguez, hablando desde
Caracas, le dijeron a Alex Jones que el gobierno del Presidente de Venezuela,
Hugo Chávez, consideraba la conveniencia de una cumbre de la verdad sobre el
11-S, y la esperanza de que fuera paralelo a la Comisión Independiente
Internacional de la Verdad.
Los esperados
contraataques del establishment de la inteligencia angloamericana no tardaron
en llegar. El jueves 6 de abril, el agente provocador del 11-S Ward Churchill
recibió una excelente tribuna improvisada por los reaccionarios cazadores de
brujas del Estudiantes para la Libertad Académica, en un debate con David Horowitz
en la Universidad de George Washington, con el auto-nombrado experto en bombas
de los Weatherman interpretando al izquierdista. La noche siguiente, el favorito
de Fox News, Ward Churchill, recibió un segmento interminable para expresar su
lunático discurso acerca de las víctimas del 11-S, siendo un “pequeño Eichmanns”.
Hannity, quien había sido silenciado por Charlie Sheen dos semanas antes, hizo
su agosto. Recordó que Churchill es el defensor más rabioso de la versión
oficial, condenando a los escépticos como racistas que no piensan que los
árabes son capaces de tales grandes cosas. Si el público estadounidense pudo
ser convencido de que Ward Churchill era el portavoz del movimiento de la
verdad sobre el 11-S, la versión oficial sería invulnerable por siempre, sin importar
cuantas mentiras contenía. El 30 de marzo, en un contraataque, la Congresista
Demócrata Cynthia McKinney, de Georgia, la oficial electa que tuvo el perfil
nacional más alto sobre la verdad del 11-S, fue deliberadamente acosada por un
miembro del policía del Capitolio cuando ella entró al Congreso. El provocador era
probablemente uno de los clones de Bull Connor, quién ha sido contratado por el
liderazgo reaccionario Republicano de la Cámara durante los últimos años. El
asalto de los medios sobre la Rep. McKinney fue sin precedentes. Aún así, el
aletazo de Charlie Sheen probó que el pomposo castillo de mentiras del 11-S era
en extremo vulnerable. ¡Imagine lo que algunos senadores podrían hacer con el
11-S! Sin lugar a dudas, la verdad sobre el 11-S ofreció una gran oportunidad
para los más valientes.
Detrás de
todos estos acontecimientos surgió la probabilidad de que una facción
minoritaria de la elite gobernante angloamericana, juzgando correctamente de que
el régimen Bush-Cheney estaba desequilibrado, trastornado del juicio, hundido
en las profundidades, viviendo en una burbuja, y divorciado de realidad, decidiera
esgrimir la amenaza de un castigo limitado sobre el 11-S para disciplinar a
estos dos, y obligarlos a enfocarse sobre la principal preocupación de la clase
dirigente: La agonía mortal del dólar estadounidense, empeorado por el fin de
la estrategia especulativa ("carry trade") del yen, y por la bolsa
petrolera de Irán.
El
descontento de la elite fue expresado por los llamados en el London Financial
Times para el inmediato desahucio de Cheney y Rumsfeld, y por el tamborileo en
el Washington Post para reemplazar al Secretario del Tesoro Snow; Este último
punto mostró donde estaba la máxima preocupación. La prueba conclusiva apareció
en un artículo de Vanity Fair por Al Gore, quien notó que Bush “fue advertido
el 6 agosto del 2001, de un ataque de Al Qaeda. 'Bin Laden estaba determinado a
golpear a los EE.UU.', fue el importante mensaje de la comunidad de
inteligencia al punto que ese fue el titular del resumen informativo
confidencial del Presidente aquel día, cinco semanas antes de los ataques”.
Gore le dio una paliza a Bush por su inacción: “¿No vio claramente la
advertencia?” Preguntó el ex Vicepresidente.
“¿Por qué no
se hicieron preguntas, reuniones, organizaron evidencias, se buscaron
clarificaciones?”. Ésta fue la opción reconstruida de Bush naufragando por su
rígida parálisis e incapacidad antes del 11-S, todo dentro de los confines de
la versión oficial, una opción desarrollada por la revista Harper en octubre
del 2004, y más tarde acentuada por Bob Kerrey, miembro de la comisión
Kean-Hamilton. Los sectarios de la verdad sobre el 11-S siempre gruñirán, pero
un castigo limitado era mejor que ningún castigo, principalmente por la oportunidad
que los emprendedores activistas de la verdad tenían para seguir sacándolo ante
los ojos de la opinión pública.
Un gran
intento para apuntalar el resquebrajado mito del 11-S vino con el juicio de
Zacharias Moussaoui en Alexandria, Virginia. Este miserable hombre era el clásico
chivo expiatorio, mitad doble espía y mitad tonto útil psicótico, con varios
niveles de perspicacia por debajo de Lee Harvey Oswald, y un antiguo miembro
del establo de tontos útiles del simulacro de guerra Able Danger del FBI.
Moussaoui ya había salvado el caso del gobierno de Bush contra él, por declararse
culpable, aunque por más de tres años sus abogados defensores habían sostenido
que él fue parte de un complot no relacionado al 11-S. El gobierno reclamó que,
si Moussaoui hubiera soltado la lengua, ellos se habrían movilizado para
detener el 11-S. Si este hubiera sido el caso, como lo dije a KPFK de Los Angeles
el 7 de marzo, entonces David Frasca del FBI debería haber sido también un
acusado capital, desde que él era quien había saboteado las advertencias de Minneapolis
y el memorando Phoenix, descritos en este libro.
De hecho, el
FBI tuvo todos los hechos necesarios para encarcelar a la red de tontos útiles,
de no ser por la omnipresencia de los topos. El FBI pudo haber detenido el
11-S, no porque los tontos útiles árabes iban a estrellar los aviones contra
las torres, sino porque si todos los tontos útiles hubieran sido encarcelados,
ellos no podrían haber sido usados como los chivos expiatorios.
El agente del
FBI Harry Samit de Minneapolis, un colega de Colleen Rowley, acusó a los peces
gordos del FBI de “arribismo” y “negligencia criminal” por ignorar sus setenta
mensajes de advertencia sobre Moussaoui y Cia. Pero esto es exactamente lo que
el gobierno invisible de los topos estaba supuesto a hacer. Michael Rolince
había sido el jefe de Frasca en cuartel general del FBI, y él dio testimonio de
que él nunca había visto la crítica advertencia de Minneapolis del 18 de agosto
del 2001.
Después de
una indebida prosecución en la preparación de los testigos, Moussaoui
obsequiosamente colocó su cuello en un nudo corredizo delirando que, en verdad,
él había sido parte del 11-S, desde que él y Richard Reid (¡el del zapato-bomba
en diciembre del 2001!) habían intentado secuestrar un Boeing 747 y embestirlo
contra la Casa Blanca. Como se muestra en este libro, Reid era un derrelicto
sicótico incluso más incapaz que Moussaoui, y ambos no pudieron haber secuestrado
ni una carretilla. Ambos fueron productos de la Escuela de Tontos Útiles de la
inteligencia británica mantenido en las mezquitas de Brixton y Finsbury en
Londres.
Moussaoui,
supuestamente, llevaba puesto un cinturón eléctrico de aturdimiento
cuando él
brindó su testimonio – para alentar su elocuencia, sin duda. Él se deshizo de
sus abogados defensores, quienes trataron de salvarlo probando que él era un “paranoico
esquizofrénico”; fue un diagnóstico preciso. Esta evaluación hubiera confinado
de por vida a Moussaoui en una prisión para criminales dementes.
Otras tesis
de este libro han sido apoyadas por sucesos recientes. ¿Por qué Bush se rehusó
a ir a la corte FISA para obtener las autorizaciones de espionaje telefónico?
Los jueces FISA, todo el mundo lo sabe, pondrían un micrófono a un emparedado
de jamón, si el gobierno lo pide. ¿Por qué Bush no los uso a ellos? Evidentemente
porque los partidarios de Bush temieron que cualquier supervisión del tribunal
podría revelar cómo la red de golpistas, incrustada en el gobierno, estaba
manejando y dirigiendo las actividades terroristas en curso, como en el caso de
los controladores terroristas de Able Danger. La propuesta de Bush a Blair el
31 de enero del 2003, para pintar un avión de los EE.UU. con los colores de la
ONU y volarlo sobre Irak con las esperanzas de que sea derribado fue sacado directamente
de la Operación Northwoods (Philippe Sands, World Ilegal).
En el regateo
sobre la resolución del Congreso sobre el 11-S, lo primero que demandó Bush fue
usar la fuerza militar para “disuadir y prevenir cualquier acto futuro de
terrorismo o agresión contra de los Estados Unidos”, una declaración de guerra
contra del mundo que el Congreso denegó. Poco antes de su aprobación final,
Bush exigió el permiso para usar “toda la fuerza necesaria y apropiada en los
Estados Unidos y en contra de aquellas naciones, organizaciones o personas [que
el presidente] determine que planificaron, autorizaron, se comprometieron o
ayudaron” en los ataques del 11-S.
Esto también
fue rechazado, pero la amenazada del uso de la fuerza en este país claramente
presagió una guerra civil (Tom Daschle, “Power We Didn't Grant”, Washington Post,
diciembre 23, 2005). Desde el 11 de marzo del 2006, yo he estado discutiendo
estos asuntos con una serie de invitados distinguidos en mi programa, World
Crisis Radio, en www.RBNLive.co, cada sábado de 4 para 6 de la tarde tiempo del
este.
En el tiempo
que este libro va a la imprenta, las noticias están llenas de horrendas
advertencias de una inminente desintegración del dólar, acolchonados en términos
como “conmoción de pagos, tsunami, huracán, cataclismo, interrupción sistémica,
ajuste desordenado”, y “colapso financiero global”, viniendo de figuras tales como
el jefe del FMI, el Gobernador del Banco de
Inglaterra,
los Ministros de Finanzas de la Unión Europea, altos oficiales Banco de
Desarrollo Asiático y de la oficina de Supervisión de Ahorros de EE.UU., los gerentes
de los fondo de jubilación daneses y los vendedores de bonos de los EE.UU.
Igualmente prominente son las amenazas Strangelove de bombardeos atómicos
contra Irán, o de un primer ataque termonuclear en contra de Rusia y China,
como fue ventilado en el número Marzo/Abril del 2006 de
Foreign
Affairs por Lieber y Press – un recordatorio sombrío de por qué una nube
termonuclear está en la cubierta del libro. Para quienes se oponen al colapso
de una crisis económica mundial y una guerra termonuclear, la verdad sobre el
11-S es la única vía a seguir, y ahora más urgente que nunca.
Webster Griffin
Tarpley
Washington,
DC
12 de Abril, 2006
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